Una pequeña mentira, como la del titular del artículo “un político se comió una hamburguesa y en campaña decía que jamás se comería una” cobra poca relevancia en nuestros tiempos, porque a pesar de ser una mentira, ¿ quién no ha dicho mentiras ?, y ¿ a quién le importa si le gustaban las hamburguesas y lo ocultó todo este tiempo ?, parece ser una mentira sin importancia. Por decir esa mentira, ¿ ese político es corrupto ?, analicémoslo más a fondo.
La mentira es común entre adultos, pero es mucho más compleja en los niños, ¿ con qué intención se dicen ?
Centremos este análisis en algo que ocurre antes de la mentira: la intención. Mucha de la evidencia que existe sobre la intencionalidad viene del estudio del comportamiento de los niños cuando intentan ocultar sus travesuras (Lewis, 1989). Los niños entre los 2 y 3 años confiesan que han cometido una trasgresión, pero lo que se observa en los estudios es que a partir de los 4 años, los niños mienten deliberadamente y lo hacen para evitar las consecuencias de sus actos porque conocen mucho más las normas sociales que un niño de 2 años.
El peso de la mentira
¿ Existen mentiras grandes, pequeñas y medianas ?, ¿ cómo sabemos si una mentira es de gran importancia ?. Lo que sabemos es que tanto adultos como niños mienten, ¿ pero por eso debemos normalizar la mentira?. Pensemos en la siguiente propuesta: no le pongamos tamaño a la mentira, pongámosle énfasis en la intención y su impacto.
Si regresamos al ejemplo del político que mintió sobre el gusto por las hamburguesas, supongamos que su intención era la de crear una imagen saludable, hasta aquí todo bien, pero ¿ que pasaría si éste político es el director del Ministerio de Salud y en campaña propuso prohibir las hamburguesas ?, ¿ que impacto negativo en la sociedad generaría una mentira que inicialmente pudimos haber catalogado como inocente o sin mayor relevancia ?
Analicemos lo que hoy en Colombia se conoce como una mentira del candidato que fue elegido presidente: “si somos gobierno nuestra reforma tributaria le subirá impuestos sólo a 4.000 personas”. Parece una simple propuesta de un político en campaña, no diremos que es una mentira pequeña, grande o mediana, diremos que es es sólo una mentira y analizaremos sus intenciones e impacto.
La intención de un político en campaña es llegar al poder, convenciendo al mayor número de personas posibles de que tiene las mejores propuestas para su país. Cuando los ciudadanos votamos a un candidato, votamos sus propuestas. El impacto que tendría mentir en alguna de sus propuestas sería inmenso en la sociedad, pues la intención detrás de esa mentira sería malévola: llegar al poder a través de la mentira, engañando a los votantes.
Todo mentiroso es corrupto ?
Yo no me inclino a pensar que todo el que dice mentiras es corrupto, como muchos lo piensan y lo defienden. Yo quiero ser más analítico y pensar que el acto de mentir no es corrupto en sí mismo, sino que depende de su intención e impacto. Veamos unos ejemplos:
- Nos invitan a un matrimonio y nos preguntan en frente de la novia: ¿ cierto que está muy bonita ? y nosotros respondemos, sí, está muy bonita, felicitaciones. Aunque la novia nos parezca que está fea, respondemos con el ánimo de no dañar su día, estamos diciendo mentiras pero su intención no es mala y el impacto que tendrá en la sociedad no será negativo.
- Nos llega a la casa una foto-multa por exceso de velocidad. Sabemos que podemos librarnos del pago de la multa porque es inconstitucional el mecanismo de la foto-detección sin identificación, por lo que redactamos una carta diciendo que nosotros no íbamos manejando el auto en ese momento, por lo que no pueden impugnarnos un hecho que no hemos cometido. La intención es no pagar la multa, aunque sabemos que cometimos la infracción, no es ético, no es honesto y el impacto sobre nuestro entorno será negativo.
A la mentira se le debe crear un contexto de análisis que examine su intencionalidad y su impacto en la sociedad, en el núcleo familiar o en el ambiente corporativo. Suena muy romántico decir que “Todo mentiroso es corrupto”, pero seamos realistas, la mentira por si misma no lo es.
Referencias
(Kang Lee, Victoria Talwar, 2008) Little Liars: Origins of Verbal Deception in Children
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